Aunque parezca mentira, alguna vez los correos que se envían no llegan a su destino. O tal vez llegan, pero envueltos en tal cantidad de correspondencia, facturas y correo no solicitado que el receptor los puede pasar por alto y borrar inadvertidamente.
Por esta razón, y por una cortesía elemental que el hecho de estarse carteando en el ciberespacio no tiene por qué anular, es muy conveniente contestar, aunque sea brevísimamente, a los correos personales recibidos.
Puede ser un “Gracias” o un “De acuerdo” o un simple “Recibido”, pero que bastará para que el remitente se quede tranquilo: su mensaje ha llegado.
Pulsar “Responder” y añadir una o dos palabras: nunca ha sido tan fácil acusar recibo.